La sal, el "oro blanco", contiene valiosos minerales y microelementos - especialmente magnesio, calcio, potasio, yodo, bromo, sodio y hierro - y tiene propiedades extremadamente positivas para el organismo, por lo que cualquier tratamiento con ella ayuda a mejorar nuestra salud. La sal estimula la circulación sanguínea, es antibacteriana y antiinflamatoria, disuelve la mucosidad, elimina patógenos como el polen del aire y ayuda a combatir la hipersensibilidad del sistema inmunológico.
Hay dos categorías principales de la terapia de sal: tratamientos con sal húmeda o con sal seca. Los primeros incluyen gárgaras, exfoliaciones, baños de sal y salmuera y enjuagues. El tratamiento con sal seca, también llamada haloterapia, se suele llevar a cabo en las llamadas cuevas o grutas de sal, donde se inhala el aire salado. El ambiente para la terapia normalmente se crea de forma artificial. Sin embargo, las cuevas ofrecen un microclima que es muy similar al de una cueva natural con sal o al clima del mar. Otros ejemplos de tratamiento con sal seca son los inhaladores y las lámparas de sal.
Los tratamientos con sal húmeda ayudan a devolver la humedad a la piel y a mejorar las manchas y el enrojecimiento. Especialmente los baños de sal y las estancias en cámaras de sal también tienen efectos relajantes y reductores del estrés. La alta humedad de las cámaras ayuda a que el cuerpo absorba más fácilmente la sal a través de la inhalación. ¡45 minutos en la gruta equivalen a un día entero en el mar!