La piel es el órgano sensorial humano más grande y regula nuestra temperatura, entre otras cosas. También nos protege de agentes patógenos. Pero también es propensa a las enfermedades.
Hablamos de enfermedades cutáneas cuando el cambio en la piel no puede atribuirse al envejecimiento natural. Este tipo de enfermedades son fáciles de reconocer para la persona afectada porque pueden observarse a simple vista en la superficie de la piel.
Los síntomas de una enfermedad cutánea se manifiestan en forma de escamas, pequeñas ampollas o ronchas, enrojecimiento en determinadas partes del cuerpo o picor intenso.
Las causas de las enfermedades más comunes de la piel pueden ser muchas y variadas. Pueden deberse a una predisposición hereditaria. En este caso, se habla de factores endógenos. Pero aunque la enfermedad esté en nuestra composición genética, esto no significa que tenga que aparecer.
Un sistema inmunitario debilitado también puede ser un desencadenante de enfermedades de la piel. Cuando los virus invaden el cuerpo, pueden desarrollarse enfermedades como la varicela o las verrugas.
Otro desencadenante de enfermedades de la piel es el estrés. Si se altera el equilibrio mental, pueden producirse cambios hormonales, que a su vez pueden desencadenar pequeñas inflamaciones. Esto se denomina factores exógenos, entre los que también se incluyen la exposición al sol u otros factores ambientales.
Las enfermedades de la piel se encuentran entre las más comunes en la población mundial. Entre el 30% y el 70% de la población tiene problemas de piel al menos una vez en su vida.